Las estadísticas de exportaciones de 2019 no fueron alentadoras. Más allá de los eventos internacionales por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, o la desaceleración económica mundial, el sector externo presenta problemas estructurales, siendo el principal que somos un país con poca apertura al comercio internacional. Un ejemplo de esto es que nuestras importaciones no han ganado peso en el PIB durante los últimos veinticinco años. Además, existe una elevada concentración de la canasta exportadora en commodities y un claro sesgo antiexportador que se ha mantenido durante muchos años. Para completar, perdimos un socio comercial como Venezuela, que no se ha logrado sustituir efectivamente.
El llamado es entonces a adelantar las reformas estructurales y así lograr la tan anhelada diversificación exportadora. Esto deberá ir acompañado de una política exportadora nacional mucho más robusta (como lo han indicado varios analistas recientemente).
No obstante, a pesar de este mal comportamiento, el balance de aprovechamiento de los TLCs durante 2019 fue positivo frente al año inmediatamente anterior. Dos de nuestros principales TLCs (UE y G3) tuvieron resultados favorables, lo cual se vio reflejado en el aumento de las exportaciones no tradicionales a nivel país. Otra buena noticia es que los principales avances sectoriales se dieron en vehículos y agro, prioritarios para la diversificación exportadora. Sin embargo, los mayores riesgos comerciales siguen presentándose en la industria (papel, plástico-caucho, químicos y textiles), en línea con el regular comportamiento a nivel del PIB de la industria manufacturera (creciendo tan solo un 1.6% en 2019).